Las estrecheces de la nueva normalidad necesitan de aire puro y espacios abiertos para cerrar las heridas. A menos de cien kilómetros de una gran urbe, como Madrid, superpoblada y conectada con el mundo entero, se abre por contraste, una de las comarcas con menor densidad de población de Europa. Con de 3.341,69 km² -el 27% de la provincia de Guadalajara- su densidad de población es 3,78 habitantes por km². Gastronomía con Estrellas Michelin, productos de primera calidad, como la miel, la sal de sus salinas o la harina de Espelta, la responsabilidad de sus hosteleros y el aire más puro de España, y tercero del mundo, reciben al visitante. Es la gran desconocida, la Sierra Norte de Guadalajara.
Una de sus puertas de entrada es el Parque Natural del Río Dulce. Allí, en la pedanía seguntina de Pelegrina, estaban los estudios de naturaleza del llorado Félix Rodríguez de la Fuente, fallecido hace ahora cuarenta años. Fue entre sus cárcavas rocosas donde se grabaron algunos de los episodios más recordados de su serie de El Hombre y la Tierra. El Amigo Félix tiene un monumento en lo más alto del lugar. Desde ese punto, todo lo que abarca la vista es naturaleza. “Hablamos del paraíso del senderismo, con valles abiertos, hoces que dejan al descubierto torres calizas, fauna y vegetación sorprendentes en paseos deliciosos, con temperaturas que rara vez superan los treinta grados a mediodía, ni siquiera en julio o agosto”, dice María Jesús Merino, presidenta de ADEL Sierra Norte.
El trabajo de este Grupo de Acción Local es luchar contra la despoblación buscando un futuro sostenible, para lo que gestionan fondos europeos. Ahora, ADEL ha implementado una partida de estos fondos para que empresarios y los ayuntamientos de la comarca adecúen los servicios que prestan a la nueva normalidad. “Hoteles y casas rurales de todos los perfiles, harán las delicias del viajero, en un ambiente seguro. La gente tiene ganas de regresar a lo auténtico, para volver a sentir”, comenta Gonzalo Bravo, vocal de ADEL Sierra Norte y técnico en prevención de riesgos laborales.
A menos de diez kilómetros del Río Dulce, está el Salado. Hace honor a su nombre, no por sus aguas, que no llegan a ser saladas salvo quizá ligeramente en pleno estiaje, sino por el carácter de su valle y sus salinas. Saladares y salinas que proporcionaron riqueza a un amplio territorio en aquellos momentos del pasado en los que la producción de sal a semejante distancia de la costa era una actividad, no ya de importancia económica, sino hasta estratégica, a la que concurrirían reyes, iglesia y nobleza. Hasta el punto de que la explicación de una parte importante de la historia de estas tierras altas, a caballo entre las dos Castillas, no puede entenderse sin este conjunto de explotaciones salineras: a ellas se debe en buena medida, por ejemplo, los grandes monumentos históricos de la diócesis de Sigüenza, empezando por la Catedral. Hoy, la flor de esa sal, sus mejores cristales, son extraordinariamente apreciados por los cocineros, incluidas las Estrellas Michelin que hay en la comarca.
En la esquina entre Guadalajara, Segovia y Madrid, está el parque natural de la Sierra Norte. Este territorio ofrece paisajes de montaña únicos en Castilla la Mancha. El clima, el suelo y los habitantes del Parque Natural que a lo largo de los tiempos han sabido adaptarse a su territorio, realizando un uso respetuoso con la naturaleza, han dibujado un paisaje de grandes contrastes donde se encuentran desde abiertos sabinares hasta umbríos hayedos en apenas unos kilómetros, lo que se une a su riqueza arquitectónica y el patrimonio etnográfico de los pueblos negros, como Majaelrayo, Campillo de Ranas, Valverde de los Arroyos o Tamajón, el Umbral del Ocejón, que todo lo preside.
Si hablamos de patrimonio histórico, en la comarca se ubican dos de los tesoros históricos de España, Sigüenza, ciudad candidata a ser declarada Patrimonio de la Humanidad, y Atienza, la villa del Rey Pequeño, Alfonso VIII, y su imponente y bella mole de su fortaleza coronando el cerro en el que se asienta, Jadraque, y su castillo en el cerro cónico más perfecto del mundo, o Cogolludo y su Palacio Ducal. Pero, buscando la soledad del camino, no son menos hermosas las pequeñas iglesias, como la de Carabias, la ermita de Santa Coloma, en Albendiego, o la de la de Campisábalos, y su mensario, pequeñas joyas del Románico Rural. “Perderse por nuestros pueblos, es también, encontrarse”, añade Merino.
Y ahí, precisamente en Campisábalos, el lugar de Europa con el aire más puro, termina el viaje. La contaminación atmosférica se produce con la concentración de partículas nocivas en el aire, muchas de ellas generadas por el hombre. “La OMS recomienda que aquellas de tipo PM2,5 no deben superar los 10 microgramos por metro cúbico de media anual y las de tipo PM10, los 20. En la estación de medición de Campisábalos, situada sobre una colina a 800 metros del municipio, los valores recogidos son de 5 y 6 microgramos, respectivamente”, afirma Pedro José María de Pablo, meteorólogo facultativo. Y es que, en todo el mundo, solo el municipio de Muonio, en Finlandia, y Norman Wells, en Canadá, gozan de una mejor calidad del aire que este pueblo de la Sierra Norte de Guadalajara, y por extensión, de toda la comarca.
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Fuente original: Comunicae.es.